martes, 13 de septiembre de 2011

Un Pueblo Aislado.

Cuento de Hwang Sun-won. Traducción de Chang Sunión



Un Pueblo Aislado

Novelista.

Traducido por Chang Sunión



La noche en la aldea de Magaul, en la región montañosa, se iba profundizando con el ronquido del viento.

- No me importa lo que suceda, quiero ir.


- Irás, si tienes paciencia. Te llevaré el próximo año. Lo prometo.


- Igual que prometiste el año pasado. No, cariño, si no me llevas esta vez voy a matarme con esa maldita escopeta de caza tuya. Y no creas que no sé cómo usarla.


- Venga, Chil-song. Un año más... Pasará volando.


- No. Ya he tenido demasiada paciencia. Empezará a nevar cualquier día. Y entonces, todo lo que veré aquí, día y noche, será esa maldita nieve... Cuatro meses de invierno son como cuatro años. Y cuando se derrita la nieve, serán esos malditos cuclillos otra vez... Cuclillos durante el día, cuclillos durante la noche, todos con su enloquecido jaleo... No era así antes. Las noches en invierno no eran tan largas. Los cuclillos podían armar su enloquecido jaleo, pero no me molestaban. Todo cambió después de que te conocí el otoño pasado... No sé, cariño, prefiero morir a quedarme aquí un minuto más. Parece que mi marido se ha convertido en un diablo del hollín. ¡Quién sabe si algún día yo también me convertiré en uno de ellos! ¡Qué horror! No quiero ni pensarlo. Por eso te pido que me lleves a Pyeyang.


- Tranquila, tranquila.


- Hablo en serio


El visitante de Pyeyang, como la gente del lugar denomina a Pyongyang, ladeó su cabeza hacia la habitación principal.


- Vas a despertarle- dijo.


- Es sólo el viento... ¿Tienes tanto miedo de ese viejo? Tan pronto como cena se queda frito. No podrías despertarlo ni aunque lo llevaras en el hombro. Yo no tengo miedo de nada.


- Está bien, está bien. Se está haciendo tarde, así que... ¿Qué haces? ¿Otra vez te tapas la cara con la falda? ¡Siempre tan vergonzosa! ¿No?


- Déjame...


- ¿Cómo puedo vivir sin agarrar esa cintura?


- Despacio. No puedo respirar. ¡Ah! Eso está mejor. ¡Si pudiera morirme así


En cualquier valle, en esta época del año, los días son muy cortos, tan cortos como la cola de un ciervo.


Cuando Chil-song y su marido llegaron al paso de la cima de la montaña Hwaenamu, se dirigían a casa, tras otro día de hacer carbón. Al llegar al paso los dos dejaban en el suelo sus cargas de carbón. El marido se quita el soporte de la espalda y ella deja su cesta de paja en el suelo y se sienta sobre ella.


Pero hoy no.


Su marido llenó la pipa de tabaco en hoja, pero Chil-song no deseaba quitarse la cesta de la cabeza. Lentamente, su marido comprime el tabaco, como siempre, sugiriendo que los dos paren a descansar, como siempre.


Cuando se casó con Chil-song y se mudó con su familia, él ya era un hombre flaco, que parecía más viejo de sus veintinueve años. Cada año los huecos detrás de sus orejas se hacían más profundos, y sus capas de hollín se hacían más espesas.


Y hoy, el marido de Chil-song cumplía cuarenta años. Durante mucho tiempo había tenido el mote de "vieja espiga".


Por el contrario, Chil-song parecía vivaracha como una liebre. Era una mujercita bien dotada, e incluso, con veintitrés años, esto la avergonzaba. Y no importaba que tan apretado se abrochaba su larga falda, que le llegaba al pecho; sus senos siempre sobresalían.


Las sombras alrededor de sus ojos aparecieron después de que el hombre de Pyongyang la visitara el otoño anterior. Más o menos al mismo tiempo cogió la costumbre de mirarse en el espejo de mano que él le regaló.


Y ahora, de nuevo, sus ojos con las sombras miraron a la casa,


visible entre los arbustos y los árboles.


- Se está haciendo tarde para la cena- dijo.


Pero Vieja Espiga no esperaba cenar temprano porque era su cumpleaños. Sus pensamientos, en realidad, no iban más allá de la presencia del visitante de Pyongyang. Había pasado casi medio mes desde que ese hombre había llegado en su viaje de caza


Mientras él estaba en su casa la cena tenía que prepararse antes del atardecer.


- Mañana se marcha, ¿no?- preguntó Vieja Espiga mientras se levantaba.


Él sintió algo en su cuello por el viento que venia a través del paso. Alzó una mano y sintió el aire. Se aproximaba la nieve, quizá al día siguiente. Mañana tenía que apresurar a su mujer porque tenía que hacer una saca más de carbón.


Mientras Chil-song descendía por el sendero, había un solo pensamiento en su cabeza: ella nunca debía permitir convertirse en un diablo del hollín, haciendo carbón hasta el final de sus días. Ella seguiría al hombre de Pyongyang cuando partiera, incluso si eso significaba su propia muerte. ¿Esperar otro largo año? ¿Trescientos sesenta y cinco terribles días? ¿Cómo? Sin esperarlo, algo sorprendente pasó por la cabeza de Chil-song. Se sintió sofocada. Sin embargo, su resolución se reafirmó. Cualquier cosa con tal de evitar convertirse en un diablo del hollín


En casa, Vieja Espiga se acercó a la habitación del visitante.


- ¿Ha tenido suerte hoy?


Una voz vino desde dentro; el hombre estaba tumbado.


- He dormido un poco, y eso es todo.


- El año pasado cogió un jabalí Esta vez sólo algunos faisanes. ¿Por qué no lo intenta unos cuantos días más?


De repente, la puerta de la cocina se abrió y apareció Chil-song completamente ruborizada. Fue a la habitación del hombre y salió con la escopeta en la mano corriendo al gallinero. Salió fuego de la boca de la escopeta. Y allí estaba Chil-song, cogiendo el gallo escarlata por el cuello mientras seguía moviéndose.





¿Qué ocurre?


Vieja Espiga se detuvo y cogió la pipa de su faja, mientras miraba absorto.


- Hoy es tu cumpleaños, ¿no, cariño?


La mano que sujetaba el gallo temblaba incontrolablemente.


- ¿Quieres decir que estás matando un gallo por mi cumpleaños?


Es el único que tenemos.


Esa noche nevó en esa región montañosa tan aislada. Pasó otro día y volvió a nevar. Los copos empezaron a caer cerca de la hora de la cena, y cuando cayó la noche la nevada se hizo más intensa.


En la habitación de huéspedes del jefe de la aldea estaban reunidos los habitantes de la aldea. Todos estaban vestidos de negro. A la débil luz de una lámpara de aceite parecían como terruños de hollín.


- ¿Para qué demonios vivimos?


- Eso. Siento como si pudiera haber sido yo. ¿Cómo es posible que un compañero caiga muerto de esa manera? ¡Dios mío!


De nuevo la conversación se vuelve a Vieja Espiga. La noche de la primera nevada había muerto de repente. Como todo estaba cubierto de nieve le habían dado sepultura temporal temprano ese mismo día.


- Para este pobre diablo es mejor así. ¿Qué placer obtuvo de la vida?


Pero un hombre tiene que vivir a pesar de todo. Y Vieja Espiga probablemente obtuvo más carbón este año que cualquiera de nosotros.


- ya sabes- dijo el jefe de la aldea, -ese hombre de Pyeyang es generoso. ¿Realmente se ha hecho cargo de todos los gastos del velatorio?


- Por supuesto. Aquí tienes ahora un hombre realmente generoso.


- Pero es un mal tirador. Consiguió un jabalí el año pasado, pero no sé cómo pudo hacerlo. Es un mal tirador. Hace un par de día lo vi espantando un grupo de faisanes desde ese grupo de pinos. ¡Bang! No acertó a ninguno. Es un mal tirador.


- No tiene por qué ser así Apuesto a que está fingiendo. Ya sabes, mi abuela podría haber derribado uno de esos pájaros con los ojos vendados. Por eso, este hombre debe estar fingiendo. ¿Qué más si no?


Lo que dijo el pequeño padre de Tan-shil, que conocía las palabras y era un bromista, hizo reír a todos.


La conversación sobre la caza hizo que otro hablara:


- ¿Sabes del pollo que comió Vieja Espiga para su cumpleaños? Le dispararon. ¿Creen lo que comió con la bala?


- Bueno... Es su cumpleaños, pero él no nació para comer ese antojo de carne de pollo y todo eso... Y bebida, además. Podría haber dado la vuelta a sus entrañas.


En la esquina, con los brazos juntos a la altura de las rodilla, estaba sentado el padre de Chung-son. Cuando mencionaron la carne de pollo, salió para ir a la letrina, como si se revolvieran las tripas, ya había caído casi medio metro de nieve.


- Mira esto. El próximo año habrá una buena cosecha.


Se arrepintió de no haber bajado el resto del carbón el día anterior. En el camino a la letrina se clavó algo en el pie por debajo del borde del zapato. ¿Qué haría un trozo de madera ahí? Al regresar la tocó con el pie. No era un trozo de madera, sino un cuerpo.


Los hombres llevaron el cuerpo dentro. Era alguien que nunca habían visto, un hombre robusto de unos cuarenta años. Debe de haber quemado carbón en algún lugar, porque su piel estaba oscurecida con el hollín


Quedaba algo de calor en el pecho de ese hombre. Lo frotaron con nieve, le dieron un masaje, pero no podían revivirlo.


Lo único que quedaba por hacer era notificar a la policía al otro lado del Paso del Tigre, y hacerlo inmediatamente, antes de que les persiguiera alguna calamidad. Para hacer el viaje llamaron a dos hombres que se movían rápidamente en terreno abrupto, los hermanos mayores de Komi y de O-mok


- Primero cansan a un hombre hasta la muerte, y luego le dan otro cadáver que vigilar. ¡Vaya suerte! ¡Y ni siquiera sabemos quién es éste!


La mujer del jefe de la aldea hirvió algunas batatas y las llevó a la habitación donde los hombres de la aldea velaban el cadáver. Todos estaban tendidos en el suelo, roncando.


El padre de Chung-son, el que tenía el sueño más ligero de todos los hombre, fue el primero en levantarse.


- Debo haberme caído- murmuró.


Se desperezó y bostezó, pero antes de que pudiera cerrar su boca:


- ¡Hey, el cuerpo!


El cuerpo había desaparecido.


Despertó a los otros. Todos le miraron atontados. El jefe de la villa surgió de la alcoba.


- Fue un hombre lo que pusimos aquí, ¿no?


- ¡Claro que era un hombre!


Todavía había humedad en el lugar en donde estaba el cuerpo.


- ¡Qué extraño! ¡Es suficiente para hacer que el mismo diablo gima!


- En cualquier momento llegarán ellos con la policía... ¿Qué vamos a hacer?


- Vamos a ver... - dijo con conocimiento, mientras abría y cerraba los ojos, el padre de Tan-shil.


Los otros se volvieron a él con expectación, ya que no era sólo un buen bromista, sino un hombre resoluto en las crisis.


- Dime lo que piensas de esto


-¿Si?


- Bueno... Acabamos de enterrar a Vieja Espiga. ¿Por qué no hacemos un cambio?


- ¡Cómo podríamos salirnos con la nuestra haciendo eso!


Por esta vez, los recursos de este hombre no parecían suficientes. ¿Reemplazar un cuerpo por otro? ¡Imposible! Pero el padre de Tan-shil tenía una respuesta:


- Al menos nos evitaríamos el castigo de la policía


Esto era cierto. Solo la palabra "policía" aterrorizaba a los hombres, y les dejaba un mal sabor en la boca.


No tenían otro remedio que intentarlo.


Mientras tanto, la nevada había disminuido en intensidad. Mientras el policía investigaba el cuerpo todos los ojos miraban a otro lugar. Todos estaban con los nervios a flor de piel. Quizá todo había sido en vano. Era mejor decir la verdad y acabar con todo, incluso si esto significaba llevarse alguna magulladura. En caso de ser descubierto el engaño, el castigo sería mucho más severo. Además, el policía había caminado sobre la nieve durante muchos kilómetros en medio de la noche para llegar aquí, y parecía no estar muy contento.


Afortunadamente, no parecía darse cuenta de que el cuerpo que tenía delante era el de Vieja Espiga Esto no debería sorprender a nadie. El policía no podía recordar la cara de cada trabajador del carbón en esta lejana aldea de montaña. Pero en ese momento, cuando se inclinaba sobre el cuerpo:


- ¿Qué es esto?


Sorprendidos, todos le miraron.


- ¡Acerquen esa lámpara!


El policía extrajo algo de la sien de Vieja Espiga, un largo clavo. Estaba clavado y llegaba hasta la cavidad nasal. Con el policía al frente, todos se apresuraron hasta la casa de Vieja Espiga.


Chil-song confesó al momento. Ella lo hizo después de darle su "comida de cumpleaños" de pollo y licor. Ese pensamiento surgió en su mente esa tarde en el paso Hwaenamu.


Su rostro parecía desesperado.


Sí, después del entierro temporal de Vieja Espiga, ella y el hombre de Pyongyang se fugaron Su plan era tomar el tren de la noche. Pero poco más de un kilómetro después el cielo se volvió gris, y comenzó a escupir ráfagas de nieve. Los copos se hicieron más espesos, y rápidamente todo se cubrió de un manto blanco. Y lo que es peor aún, se hizo de noche.


Chil-song conocía el sendero de la montaña, y ella le guiaba. Parecía que había pasado el tiempo suficiente para que apareciera la estación, pero todo estaba oscuro. Cruzaron un paso desconocido después de otro, demasiados para llevar la cuenta


Abandonaron la idea de buscar la estación y decidieron buscar una casa, cualquier casa. Rodearon un monte tras otro. No parecía haber fin.


A veces sus pies hallaban baches escondidos por la nieve. A veces tenían que tenían que detenerse en la vereda y gritar hasta que se encontraban el uno al otro, y había veces en que una voz que no era ninguna de las suyas los seguía ¿Era algún animal?


Se tomaron de la mano, habían abandonado la idea de hallar una casa. Sólo continuaban, y sabían que detenerse significaba congelarse y hallar la muerte.


De repente, Chil-song gritó. Habían llegado a otro paso: era la cuesta de Hwaenamu, donde ella y su esposo habían descansado en su camino a casa con el carbón


En este momento del relato, Chil-song bajó momentáneamente sus ojos con sombras.


- Todo es a causa de ese maldito demonio del hollín. Esa maldita cosa estaba dentro de mí, y no podía escaparme de ella. Bueno, está bien. Cualquier cosa es mejor que esto.


Aunque intentaba abrocharse fuertemente la blusa sobre su falda de talle alto, su pecho sobresalía con toda su pena e insatisfacción Al amanecer de la mañana siguiente dos hombres llegaron a casa del jefe de la villa aislada al pie de la montaña Uno de ellos era un hombre robusto, de unos cuarenta años y el otro no era mayor de veinte. Después del intercambio de saludos habló el mayor.


- Lo siento muchísimo, pero necesito aclarar algo: Soy el que ustedes estaban a punto de enterrar. Me perdí en la nieve. Pensé que, con seguridad, iba a morir.


También soy un carbonero; mi hogar está en el Valle Ogari, a unos ocho kilómetros de aquí. Ayer, empaqué algún carbón para el día del mercado, y después bebí un poco en el mercado. De repente pensé en mi amigo de aquí, al cual llamáis Vieja Espiga. Los dos crecimos juntos. Siempre estábamos riñendo, pero éramos buenos amigos. Después de que se mudó aquí nunca pude verle. Las personas como nosotros no podemos ir y venir de visita. Bien, anteanoche, ¿quién cree usted que se me apareció en sueños? Lo ha averiguado. Él llevaba uno de esos viejos sombreros que solían llevar los funcionarios del gobierno, vestido de blanco como un caballero de tiempos pasados, y sentado enfrente de una enorme comida. Por supuesto que era un mal sueño, pero no le presté la mayor atención. Y cuando estaba bebiendo en el mercado, de repente apareció en mi mente. Y bien, una vez que está en mi cabeza tengo que visitarlo ese mismo día, y no sé por qué.


- Por eso, después de enviar a casa mi carreta de carbón, salí para aquí. Nunca he estado en estos caminos, pero no esperaba ningún problema. Y, honestamente, si no fuera por esta nieve no tendría ningún problema. No estaba lejos, y mira, el cielo se cubre y empiezan a caer copos, grandes. Además, se hace de noche. Tengo que hacerlo, me dije, porque incluso si quiero regresar, no conozco el camino. Por eso estaba perdido en la nieve. Y entonces creí oír una voz a lo lejos. Grito e intento seguirla, pero no hay nadie. En ese momento pensaba que iba a morir sin remedio. Pero al final vi una luz. ¡Me sentí tan feliz! Corrí, y cuando llegué allí me dije que lo había conseguido. Y eso es lo último que puedo recordar.


- Cuando volví en mí, estaba dentro de algún lugar, tumbado en el suelo. Miré a mi alrededor y había un montón de gente durmiendo.


- Deben pensar que estoy muerto, y están velándome. Me sentí como arrastrándome bajo una piedra. De cualquier forma, salí de allí. Y entonces pude ver cuál era el camino de regreso a casa. En ese momento nevaba poco. Encontré el camino de regreso y le dije a mi familia toda la historia. Mi hijo mayor pensó durante un rato y dijo: "Así que, como sentías que te arrastrabas bajo una roca, te escapaste sin decir una palabra. Esos hombres deben de estar totalmente aterrorizados. ¿No crees que tienes que regresar y explicar lo sucedido?" Así que corrimos, y aquí estoy.


- ¿Así que mi amigo murió asesinado? Un mal sueño de verdad. Por eso tenía ganas de verle, y ahora este asqueroso negocio. ¿Qué puede decir un compañero? Quizá él y yo nacimos para ser diablos del hollín


Agosto 1952




Hwang Sun Won (1915-2000)


Hwang Sun-won, nacido en 1915, era un escritor consumado de cuentos modernos en Corea, y también un gran novelista. Sus trabajos han sido traducidos a varios idiomas. "Un Pueblo Aislado en la Montaña" (Turne) fue publicado por primera vez en la colección de cuentos de Hwang Grullas (Hak, 1956).


  Tomado de la Revista Korena. Tomo 4. número 4. invierno 1993.

 

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